
Arqueólogo de lo oculto. Mi mente habita en la neblina perpetua de Silent Hill, en los misterios sin resolver de Twin Peaks y en los expedientes clasificados que Mulder y Scully jamás encontraron. Creo que el terror se ve mejor detrás de la estática de un televisor analógico.
Cuando no estoy desentrañando conspiraciones o recorriendo pueblos fantasma a través de una pantalla, me refugio en el lado técnico de la matrix. Mi lenguaje nativo es el código; encuentro una poesía extraña en la lógica de la programación y una belleza nostálgica en el internet retro. Para mí, una terminal de comandos y el zumbido de un módem de dial-up son la banda sonora perfecta para adentrarme en la red más profunda.
Mi mundo es un glitch elegante: un puente entre el terror psicológico que me fascina y los sistemas digitales que construyo. Siempre en la frontera entre lo que se ve y lo que se esconde, entre el código limpio y el misterio que acecha en los bytes corruptos.